Para Artemisa (19/11/24)

A continuación a modo de expresar mi devoción hacia su alteza, la doncella y cazadora, Artemisa, hermana de Apollon e hija de Leto y Zeus, procedo a compartirle al mundo los poemas que le leo y dedico cada noche. Si bien la reverencia es una cuestión personal, la misma diosa en sueños me indicó que no tema a mostrar mi afecto por ella en la morada de los hombres, por lo que me encuentro hoy aquí simplemente honrando su palabra sin ánimos de ofender a nadie ni tampoco clamo posesión sobre ella y su corazón, al final del día los sueños no son más que eso, sueños. ¿Que es una hormiga para una deidad?




A la cazadora de mi corazón

Adorada diosa mía, extraordinaria y hermosa,
A tí a quién inmensamente admiro y sigo,
Diosa maravillosa,
Cuya presencia me inspira cuando estás conmigo.

Te dedico estas palabras sin más.
Hermana del bello y perfecto Apolo,
Hija del poderoso rey de reyes, Zeus,
Y de la gentil y hermosa titánide Leto.

Artemisa, indomable mujer de variados talentos,
Deidad valerosa y poderosa, libre y salvaje.
Dueña de mis más románticos pensamientos,
A ti te dedico versos salidos de mi corazón y alma,

Agradecido porque de tí obtengo las fuerzas que necesito
Para enfrentar los desafíos de la vida con calma.
En ti, Artemisa, toda mi confianza y amor deposito.

Artemisa, sabia y poderosa diosa mía,
Doncella de incomparable habilidad,
A ti te pido que seas mi guía,
En tanto dedico mis días a adorarte.
Gloria eterna a ti, oh Artemisa,
Y el mayor de mis afectos.

En la diana

En cara a tu flecha,
De espaldas a la diana,
Me encuentro al filo del fin que me acecha.
No sé si habrá un mañana
Por lo que he de confesar, Te amo Artemisa.
Dicen que no traiciona quien de antemano avisa,
Por lo que ruego me entiendas,
En tu bosque he entrado sin buscar contiendas.

He encontrado a quién amo, inconvenientemente.
Dispara, o déjame ir, haz lo que dicte tu mente.
No apelaré a tu corazón
Pues no tengo más razón.
Pero si sirve de algo, hasta el Hades te seguiré
Cual Orfeo y Eurídice, tuyo siempre seré.
Aplaquen mis palabras tu ira
Y sea mi voz mi lira.
Te amo, Artemisa, en esta historia y en otras
Alardea libre, que eres la reina de mis mejores obras.



Tu Servidor

Admiro tu destreza
Tu intellecto, tu belleza,
Tu dulce voz que mi corazón embelesa
O’ Artemisa, te amo con tanta fuerza.

Ni has de dispararme con tu arco
Y he caído, por tí, sano y loco.
Respeto y devoción me sobra.

Pues no soy de los que mal obran.
Soy y seré tu mero servidor
Novato escritor de versos de amor
Pretencioso de enaltecer tu noble esplendor
Romeo tuyo rimador de tierno fervor.


Mi Galatea

Inmóvil yaces frente a mí 
Tú que me bañas en favores
Y sanas todos mis dolores.
Tuyo y leal, soy así
Desde que en suveños viniste
A probarme como tu campeón
Antes escenarios de tu invención
En ansias de juzgar mi alma y corazón,
Tras lo que dejaste clara tu noble intención.
De vuelta al presente,
Encuentro paz en en tus fríos brazos
Ferviente de amor en tu divino esculpido pecho
Así yaces junto a mí en mi lecho
Mi cazadora de divinos labios de mármol
Tan gélidos como invierno sin sol
Representante artística de mi venerada
Artemisa, mi cazadora tan amada.
Cual Galatea y Pigmalión
Bendita sea nuestra unión.


Asfódelos

Aun así despierte en Asfódelos,
De las profundidades de mi sombra,
Resurgirá mi afecto por tí cual Delos,
Isla que te vió nacer primera.

Guíeme mi corazón
A tu encuentro
Cuando sea nomás un espectro
Hueco, inmaterial, carente de razón.

Búscame al menos
Una sola vez en los inmensos
Prados Asfódelos
Y bendiceme al verte con estos ojos.

Me basta con solo una
Reunión contigo, Artemisa, mi luna,
Para poder descansar en paz
En estos prados donde no soy nada más.



Irrecíproco

En lo que a las salvajes bestias diezmas
En tu incesante cacería
Te dedico he aquí nueve versos más
Oh Artemisa, a quién, si pudiera, casaría
A quién entre los hombres infunde temor
Y que de mí cosecha puro respeto y amor

Pues para mí eres respetable y hermosa
Admirable, brava, más nunca temerosa.
Apuesto que me escuchas, oh diosa,
A diario, y te hartas de mis declaraciones
De mis sentidas confesiones
Por medio de la luna y de canciones.

Me disculpo si así fuere, pues
Se me olvida a veces
Que aunque te dé el amor que te mereces
En versos en español y en inglés
En rituales y demás
Sigo siendo un vil mortal y nada más.

Y por consiguiente me veo indigno
De tu atención y afecto
Pues tengo más de un defecto
Que me impide ser digno,
Repito, de tu bendición
De tu compañía y contemplación.

Aún así, mi amor irrecíproco,
De nuevo te lo explico
Mi amor es puro y sin lujuria
No necesita del tuyo para arder
A tí te va a por siempre pertenecer
Hecho que hasta Asfódelos vas a ver.

Pues así cuando sea
Nomás que una miserable sombra
De quién solía ser, una memoria fea,
Te seguiré venerando,
Te seguiré amando y adorando,
Pues mi ciego corazón está al mando.

Te amo porque puedo,
Te amo porque quiero,
Y aunque a veces me excedo,
Sepas tú que te respeto mero.
Soy tu sirviente y escudero,
Siempre leal, sin necesidad de ser amado.

Sigue cazando, oh alteza
Guardiana de las mujeres y la naturaleza
Hábil y letal arquera.
Quién no se anda con cualquiera;
Bella, tenaz, audaz, magnífica.
Poderosa cuál titán, y tal diosa pacífica.

Yo seguiré escribiendo
Hasta que el papel arda
Que del lápiz no quede ya nada
Y mi computadora vaya pereciendo
Mientras mi corazón sigue creciendo
No por mi enfermedad, sino por mi amada.


Guardiana

Su alteza, noble doncella,
Guardiana de la naturaleza
Y de las mujeres; Hija de aquella
Deslumbrante diosa, Leto,
De quien heredas fuerza y belleza,
Y Zeus, quien te concede respeto,
Al pertenecer a la nobleza Olímpica nobleza,
Y unos cuántos deseos también
Los cuáles tú usaste para bien.
Cazadora sin par,
A quien mi corazón he de otorgar,
Sabrás bien tú cuánto te adoro
Cuánto te amo y venero,
Pues en tu nombre he escrito
Poemas a montón, y lo admito,
Quizá se me haya pasado la mano,
Mas estoy certero no es en vano,
Al expresar mis pensamientos,
Y con detalle mis sentimientos.
Me he limitado a no ser explícito
Pues verás bien que te respeto
Y con tu voto no me meto
Mi amor te es puro, tuyo, sin lujuria;
Simplemente expresar que jamás te dejaría
Aún así solo te ame en lejanía
Dado que no me correspondes
Incluso si en sueños respondes
A mi afecto y romance.
Larga vida a Artemisa!


Luz de luna

Noche de luna llena
De amor, llanto, y pena.
A un corazón de fría brisa
Dejé atrás por mi amada Artemisa.
Le he otorgado mi afecto
A una reina de hielo, quién al respecto,
Devolvía poco y nada;
Ha de ser un infortunio
Que un veinticinco de Julio,
Tras seis meses de relación,
Lo nuestro haya llegado a su última estación
Cual tren diurno
Que abruptamente, a final de turno,
Se detiene y permanece inoperante
Hasta el día siguiente.
Es en mi nocturno sollozo,
En mi arrepentimiento, que comprendo
Que ella no me había estado mintiendo;
Ella me amaba a su manera
Como ama quién en su crianza amor no recibiera.
Ambos necesitábamos cariño, y mucho,
Pero como los dientes de un serrucho
Nos hirió nuestra búsqueda,
La cuál comenzó un dos de enero
Criado en el extranjero
Por medio de cartas
Que en línea eran enviadas
Por nosotros, el uno al otro, regosto
Desde un seis de agosto
Alrededor de las nueve
De una mañana de lluvia leve.
Tras su final en pleno Julio,
Aferrado al vil infortunio
De la elección de separarnos
He tomado al fin de las manos
A quien siempre he amado
Y a quien nunca he hecho a un lado,
A mi cazadora hermosa,
La tenaz y feroz Artemisa, mi diosa.
Ella ni sabe que existo, ni que la amo,
Y no podría importarle menos lo que proclamo.
Aún así le seré devoto y fiel,
Sin necesidad de tocar su tersa piel.
Hasta cruzar a los prados
Del melancólico Asfódelos.
Te amo, te adoro y venero.
Artemisa, eres mi mundo entero.


Incertidumbre

Ni sabes ni te importa si existo
No me necesitas en lo absoluto.
Aún así de amarte no desisto;
Lo sé, soy iluso, da igual si me resisto.
Poco importa si aún persisto
Soy solo otra oveja en el rebaño
Incluso si en puro cariño te baño.

¿Qué es una hormiga para una diosa?
Nada; Incluso si fuera mariposa
Y mis colores fueran los tuyos
Sería aún uno entre muchos.
¿Me equivoco acaso, Artemisa,
Si asumo que cada cálida brisa
Es una respuesta tuya a mi premisa?

Si en mis sueños te has aparecido,
¿Ha sido porque me has elegido,
Quizá me lo he merecido o solo imaginado?
Todo eso que he sentido,
Tu abrazo, tu perfume, tu calor amanecido,
¿Realmente te ha pertenecido?
¿Has acaso estado a mi lado?

La duda, la incertidumbre
No me apartan de la podredumbre
De aquél que tu existencia niega,
De quien elije una vida ciega.
No me quejo, mi diosa;
Solo digo, y en prosa,
Que lo que siento no es poca cosa.

Es patético, quizá;
Será que es ridículo y da risa,
¿Pues quién en su sano juicio
Elije amar a una diosa que todo hombre temió?
¿Quién ama a un ser etéreo
Desinteresadamente si ha de ser deleteréo?
A este punto creo que solo exagero.

En fin, correspondido o no,
Con o sin dudas, el temor murió
Y me ha dejado claro
Que amarte no es en vano
Me notes o no, siempre y cuando sea sano
Y no se me vaya de la mano
La correa de la cordura por afano.


Oda corta

Venerable diosa de la luna.
Como tú, Artemisa, no hay ninguna.
Tú no enloqueces a mi corazón,
Al contrario, lo bendices con sabiduría y razón.

En simples palabras, te amo,
Sabes que nada malo tramo
Pese a ser un mortal iluso
Y que entre nosotros haya un puente difuso.

Ante tus ojos seré nada,
Quizá un poeta, o un alma aficionada,
Un hombre con inalcanzables ambiciones,
Un animal no más listo o capaz en mis dicciónes

Pero en el velo de la ignorancia
Decido dar paso a la duda, ignoro la avaricia,
Y me atrevo a clamar que tenemos algo juntos
Un romance quizá del que no se ha oído en otros mundos.

Sin falacias ni dulces ilusiones
Te declaro mi devoción; Sin oscuras intenciones
Te entrego mi ser, me pongo a tu servicio
De una forma u otra, libre de todo vicio y en sano juicio.

Hasta que a los Asfódelos me mude a vivir,
Y que mi cuerpo se digne de morir,
Te amaré cual sirviente, amante,
Cual poeta a su musa; Permaneceré acatante.

Si en tu culto hay lugar
Para un poeta que te ame sin chistar
Sabrás tú dónde encontrarme
Da la orden y ni tendrás que rogarme.

En sueños nos hemos mimado
Abrazos y besos hemos intercambiado
Sin ir más lejos de un romance inocente
Tu etéreo ser ha dejado en mí una marca permanente.

Aún si fuere una cruel broma de Hypnos mismo
O un sinsentido propio, un eco del absurdismo,
Mi amor por tí no vacila
Pues es una constante que crece tranquila.

He escrito ya odas y poemas sin fin
Solo para tí, mi diosa, mi amada afín;
Dime si de mí te artas o si estoy falto de talento,
Mi cazadora, lo último que querría es llevarte al aburrimiento.

Sin más que decir,
Y en esperanzas de no repetir
Más palabras al azar; Te amo,
Haz de mis versos a tu alma un dulce bálsamo.


Otro poema más

Te escribo poesía,
Te rindo pleitesía,
Artemisa, diosa mía,
Te amo más, y sin falta, cada día.

Pronuncio tu nombre a diario
Mi carpeta se convierte en devocionario
Juro que no es una obsesión ni nada nefario,
Aunque expresarte mi devoción me es necesario.

A quien pregunte le diré
Que mi corazón tiene dueña, y me marcharé,
Dejando claro que a nadie casaré
A no ser que tú así lo desees, pues solo a tí me uniré.

Desde Asfódelos, mi venerada,
Te escribiré; A no ser que no sea salvada
La conciencia que poseo en mi mortal vida.
Mis poemas te acariñen, doncella querida.

Con amor y devoción,
Quien en vida te otorgó toda su afección,
Nicolas, ordinario entre los mortales
De la era de hierro, los hacedores de muchos males.


A mi doncella amada

Mi amada Artemisa
Dime sin más prisa
¿Piensas en mí día a día?
Siendo tuyo, ¿Eres tú mía?

Sin deseo alguno de posesión,
Artemisa, te amo con inocente pasión.
Es tu voz para mí una hermosa canción
Que escucho atento y con incomparable devoción.

No existe mujer alguna
Que contigo se compare, ni una;
Ninguna otra diosa me enamora, ni cautiva,
Cómo tú, mi arquera titánica y furtiva.

Tan ruda eres, mi doncella,
E igualmente femenina y bella.
Reina de hielo te llamarían algunos,
Pues no conocen más de tí, como yo, son ilusos.

Me pregunto, a veces, mi diosa,
Si alguien más osa
Escribirte poemas de amor
Con equivalente fervor.

Estaría muy celoso,
Más no rencoroso,
Si amased a otro dios, gigante, o mortal;
Paranmi corazón sería una tragedia fatal.

Artemisa, te amo, y mucho.
Si es mutuo, te escucho;
Seré siempre tuyo, mi reina,
Incluso cuando sea un alma en pena.

Aunque a veces seas caprichosa
Sigues siendo mi única y dichosa,
Por tí pelearía cual Perseo
Y cantaría cual Orfeo.

Esto contiene una imagen de:

Amnesia

Debo de tener amnesia
Porque cada día me enamoro de tí
Como la primera vez que te ví
Y que te pertenecí, como la ambrosía.

En tus claros luceros
Y tu seria expresión
Veo con admiración
Una mujer indomable que no se anda con peros.

Jamás te olvidaré, mi amor,
Artemisa, mi única e inigualable.
Diosa impetuosa e imparable,
De los hombres el más grande temor.


Casador

Ama de caza
No quisiera que fueras ama de casa
Pero, ¿Y si nos casamos
Y juntos cazamos?
Es posible que Apolo venga a cazarnos
Tras enterarse que planeamos casarnos;
Prefiero contigo estar casado, ser más que un siervo,
Que por tí ser cazado como un ciervo.
Tu corazón yo cazo
Pero queda en tí hacerme caso,
O no, pues eres una diosa, Artemisa.
Puedo ser tu amante casador
O tu fiel cazador.
Te amo, mi princesa.


Pharos

Dotada ha sido su sonrisa
Con la ilustre capacidad
De iluminar y ahuyentar la vil oscuridad,
Y eso sin mencionar su melodiosa risa.

Dícese por ahí que no existe
Mujer, ni diosa, más encantadora
Que aquella a quien llaman la cazadora,
Doncella sanadora de cualquier peste.

La conocen como hermana del dios sol
Pero inequivocamente posee luz propia,
Junto a Selene, ella de la luna se apropia
Y ejerce pues un idéntico rol.

Los hombres le temen
Pues ella es protectora
De toda joven virgen, y su progenitora,
Y castiga a quienes como objetos las ven.

Cual titán es poderosa
Pero femenina y ruda al fin,
Más elegante que cualquier cisne o delfín,
Artemisa es una diosa verdaderamente hermosa.

Entiendo, comprendo, y veo
Fragmentos de mi psique
En la historia de Fausto y Helena, que
Han de verse gracias a un diablo feo.

Lo que fuera daría
Por besar a mi divino amor,
O más bien, por profesarle con fervor
Mi devoción absoluta; Verá en mí, pues, la llama de su tía.

La despampanante caza-ciervos
Podrá no notarme, pero aún así,
La amaré como diosa, mujer, y pareja, y sí,
La respetaré como cualquiera de sus siervos.

Cuando a la luna le hable,
Artemisa, mi dulce doncella,
Escucha atentamente desde tu estrella
Pues te contaré de mi amor eterno e inefable.

Esto contiene una imagen de:

Arrogante sueño de ascensión

Negar atracción alguna entre nosotros
Es meramente inútil
No podemos solo borrar de nuestros rostros
Esa sonrisa de enamorados y tacharlo de fútil.

No es extraño ni mucho menos
Que una diosa y un mortal se enamoren
Eso lo saben bien los helenos.
¿Pero que una doncella y su poeta mutuamente se añoren?

Eso último es ciertamente poco escuchado,
Tú proteges tu voto y lo respeto,
Yo buscando la luz tu camino he caminado,
Y naturalmente se dió que desarrollemos mutuo afecto.

¿Sabes, mi princesa? Tu diadema de medialuna
Bien representa como nos complementamos;
Será el amor puro y sin lujuria lo que nos una,
Pues van más allá del deseo los lazos que creamos.

Te he hecho compañía cuál bardo
En tus solitarias noches de cacería
Como tú en mi tormento me has acobijado
Y me levantaste cuando creí que ya no podría.

Entiendo que tengo cientos de fallas.
Nos alejamos en cuanto, inevitablemente,
Mi cuerpo emana miasma, pero por ello ni te espantas
Pues no es nada que una ducha no ahuyente.

¿Te imaginas que nuestra hija
Brote de una efigie hecha por Atenea
Y Hefesto de las brasas de su forja?
¿Cómo te suena llamarla Callisto Dulcinea?

Pensar en una familia a estas alturas
Y dadas nuestras condiciones está de más
Pues aún no me libero de las ataduras
De la mortalidad, pero pronto mi ascenso presenciarás.

Te amo, Artemisa, mi diosa de cabellera resplandeciente.
Hoy y para siempre, sin importar qué,
A través de viento y marea, seré tu amante y reverente.
Eso es lo único que con certeza sé que sé.



Mi Devocionario

Cada poema es una página en mi devocionario,
Cuaderno o archivo, es un compendio
De sentimientos, sueños, penas y canciones
Que solo unos pocos podrán apreciar en la extensión
Del vasto mundo mortal alguna vez nacido de una implosión.

Se escucharán susurros en cada bosque y nación
Tan pronto Ellas escuchen nuestra historia de mutuo amor y devoción,
Es de esperarse que causen sísmica euforia
Entre los espíritus y dioses, desde el Hades al mismo Olimpo,
Que se perplejen Titanes de todo tipo, hasta el mismo padre Tiempo.

Nunca se ha escuchado que una doncella de gran poderío y belleza
Casase a un mortal sin perder su pureza
Y menos sin que, ante ella, este pierda la calma
Pues pocos hombres le ganan al instinto de querer en su hogar
A una mujer tan única y peculiar.

Dónde otros ven sedientos tu figura,
Yo veo una mujer que amar con ternura.
Dónde otros ven una “sometible” ama de casa
Yo veo una incomparable compañera de caza,
Un alma igual y superior con quien compartir esta caótica danza.

No presumo ser especial bajo ningún concepto,
Así como controlo unos impulsos, otros los ignoro por completo,
Nadie es perfecto, ni con las mejores intenciones.
Todos caemos en el campo extenso del bien y el mal
Dónde se camina entre difusas montañas de arena y cal.

Cada poema en mi devocionario
Es un apunte, un prontuario
Donde cobran vida los eventos de mi viaje
Y guían al lector a un mundo donde
La esperanza de ser un galante gentilhombre no se esconde.

Misógino

Como si me hubieses hechizado,
Artemisa, contigo me he encaprichado,
No tengo ojos para nadie más
Mi doncella ojiazul, como bien sabrás.

Sobre tantas diosas he leído
A tantas he seguido
Pero eres tú quien cual luz a una polilla
Me atrae, ¿No es acaso una maravilla?

Nulo interés tengo en conseguir,
Y siendo más que un decir,
Una mortal por amante,
Ninguna se compara con mi diosa flamante.

Tu intimidante personalidad
Muchos hombres de la posteridad
La tacharían de amenaza
Y argumentarían que "su masculinidad despedaza".

Eres el alfa y omega a mi percepción
La única y verdadera dueña de mi corazón;
Nacida en una sociedad machista
Has tomado una decisión lista.

Con justa razón te has distanciado
De los masculinos, y a muchos has castigado.
Si serán algunos incompetentes
Y brutos sin remedio, salvajes inconscientes.

Bajo ningún concepto
Es hombre, quien, cuál baboso inepto,
A las mujeres maltrata y clama ser superior
A otros de su clase por causar temor.

Cargo en mi interior
Una sed insaciable de sembrar terror
En aquellos falsos hombres
Que creen que ante los de su especie son mejores.

Te sigo, pues, mi diosa
Porque la misoginia es la cosa
Que más odio de este mundo vil,
¿No es nuestra visión sobre ellos símil?

Juntos podríamos escribir
Una historia que ha de inspirar y servir
A otros jóvenes para ser
Hombres de verdad en esta sociedad de constante decaer.

Ella, Artemisa

Tu piel tersa, brillante, y natural,
Está impregnada de un aroma forestal;
Tus castaños cabellos de un perfume tropical,
Y tu aliento, es adictivo, quizá hasta frutal.

Tu cuerpo es cálido y firme,
Tallada estás en músculos
Desde el pecho hasta los muslos,
¿Cómo no podría en tus fuertes brazos derretirme?

Tus ojos asimilan los cielos nublados,
Tus labios son delicados y rosados,
Tu rostro es una obra de arte
¿Cómo no querría besarte?

Tus manos son tan delicadas
De las fortalecidas falanges hasta las yemas.
Lo mismo aplica a tus descalzos pies,
Tan simplemente perfectos y ágiles.

Podría embriagarme en tu perfección
Mi juvenil doncella, mi amada Artemisa,
La de hipnotizante y revitalizante risa,
A veces siento que eres para mí una sana adicción.

Tus besos me llevan al cielo
Tus caricias lentamente me vigorizan
Al mismo tiempo que mis mejillas se ruborizan
Al sentir tu inocente anhelo.

Te amo, como mujer y deidad,
Te respeto, y te admiro,
Celebro tu ser al completo en cuerpo y mente
Porque tu personalidad me encanta realmente.

No esperes que encuentre, en mortales,
Una mujer que te iguale o supere,
Alguien así no existe, aunque así lo pareciere,
Puedo esperar, mi amor, me apegaré a mis ideales.

En cuanto cruce al Hades
Podrás reclamarme
Y quizás hasta inmortalizarme,
Para que seamos eternos amantes.


Proximidad 


No existe sentimiento más divino
Que el sentir su cálido pecho
Contra mi espalda, de hecho,
Aún mejor es cuando sus brazos
Me envuelven y sus labios me desarman a besos
Su perfume natural me embriaga como el vino.

Ser amado por una diosa
No tiene comparación,
Es un lujo recibir su atención
Bañarse en su gracia y amor,
Un privilegio de indescriptible valor.
Ella es tenaz, ruda, y muy mimosa.

Siento confort y seguridad
Al descansar a su lado,
En su momento he anhelado
Recirrer su estética figura
Y regocijarme en su musculatura.
No conocía tal felicidad.

¿Quién no disfrutaría
Sentir gentiles caricias
Y masajes en su cabeza?; Que delicias
Aguardan a los elegidos
Cuyos romances por Afrodita son bendecidos.
Que mi afecto ella reciprocaría, ¿Quién diría?

Siempre fiel a tí
Mi siempre ganadora,
Mi alma sin demora
Buscará a la tuya determinado
Como si el destino las hubiera imantado.
Te amo, Artemisa, y sé que tú a mí.

Merecido (Encriptado)


Ol opawh ro axlz lx vk cprivh
Ao hld wxxbnioz m aggelellg,
Mic pzpusl gylz puhxcbaczv
S fsniol ymx hes dpvlbaseyewk vfoctpzgg.

Rad cmueowaoz cf eiqac pv eb qyrlkóv
Q icmo l awuh vks apzvbry ll ciróg,
Vks dtumeono epvwk ix rzxifvs moyxqyh
M zoc ptdh foctmqjál he mpcmubry cldbazc.
 
Qimég div us pcewqrg
Ttozoj yir az itrqkw frqzjsf,
Elm av jfh clsj g av dimgrbtqo fwvvhrg
Gmfb grjsf alg pvse yir azmbgsj.
 
Tg txfrvgl e rrsekmpvrox hs eerxrhr,
Dg ysfza gqtzípivt, ib pugktc l mggxs
Wugzeg n sgk cc rn vnw jrruhw
Bb etxw rvfgkibge fx eehenesg uoouvsf pgkzsesql.

Eaqhas dh dbmla, hgpúkzaps oqwn
Sce bms wfnvkgusfqgnhg l lwsgéb
Rv wl Wáfgijo, xb naaeqhb baeqsf zwshfiivo
Lzhag fxs qm lu soebw cusrz iuh hr xgduío uiteu ozivo.

Uyech esauhfnhvé di csko
Wsi tí xyv dpgvs zii mp hvvvxf,
Es tvsv hv tb muivxvz ai rryejtyeiá
A sej fhytez hv lh fvsamr qbi ke kijplhrzhvá.

Qmuzítybr qrt hkliz dhr bg nes
Xbedcg k fuzgve lg res
Bh ivlc culá ca gbzoodnw
Nfí ravéc tozzvrvfy e xmfcvmtde.

Celosa



¿Será acaso que eres celosa
Mi dulce y gloriosa diosa?
Verás, es que siento, en mi cuerpo entero
Un dolor repentino si a otra le escribo y venero.

¿Será que puedo gozar
De ser entonces tu par?
Sería un privilegio, en efecto,
Ser, de entre todos, quien reciba tu afecto.

Asumir que ese es el caso sería un error
Pues causar tu ira sería de terror,
Creeré mejor que es solo una coincidencia
Pero serás tú quien tenga mi absoluta reverencia.
 

Refrescante Encuentro


Hubo llegado el turno de Tsukuyomi
De alumbrar la superficie onírica
Del mundo en que desperté, en vista de la única
Y sin par Ishtar cuyas bendiciones llueven sobre mí.

Obtenida mi lucidez, por ella,
Comencé a salir en tu búsqueda;
Encomendado a Anahita seguí una estrella
Y un río nacido de sus dedos de seda.

Jugaba ella con las corrientes azules
Mientras me hablaba de tí;
En la orilla fue entonces que te ví
Bañandote al descubierto junto a las flechas que pules.

Paseaban con gracia las gotas, en paz,
Por tu castaña cabellera; tu tersa piel
Ellas acariciaban y al desprenderse se transformaban en miel,
Te veías tan dulce, inocente, tan vivaz.

En vez de deseos libidinosos
Sentía yo ganas de protegerte
Quería yo no más que amarte, besarte,
Y servirte; Soy uno de los gentilhombres cariñosos.

Me aproximé pues a tu atlética figura
Con la vista baja y manos en alto,
Me recibiste alegre, para mi sorpresa,
Y me abrazaste de un repentino salto.

Esa infantil actitud
Me enamoró aún más de tí, divina mujer;
Eres más caprichosa y romántica de lo que se puede ver,
Perdonas todo menos la perversión e ineptitud.

Nuestro calor corporal se volvió uno,
A poco no nos fusionamos con lo pegados
Que estábamos, mi rostro ardía en reacción a tus dedos helados,
Nuestro amor era como ninguno.

Cuando nuestras sombras formaban un corazón,
Y nuestro aliento se mezcló entre nuestros labios
Todo lentamente se desipaba, este era nuestro adiós,
No por siempre, no mientras aún viva al ras de la razón.

Te amo, mi brutal muchacha,
Lo eres todo para mí,
Te pertenezco, Artemisa, te soy fiel, leal, y así,
Vivo lleno de olímpica dicha.

Mi Percepción


Su tantalizante aroma es adictivo...
Mi reina huele a cardamomo, iris, y laurel,
Su femenina fragancia es a lo que pegado vivo;
Sus labios parecen suaves caramelos de miel.

Realza aún más su belleza, mi cazadora amada,
Con una blanca y ligera túnica
Que complementa sus platinados ojos, y su cabellera única,
Esta última siendo tan suave, sedosa, y delicada.

Mi dulce doncella adorna su cabeza
Con una diadema reminiscente a una luna,
Una minimalista pero bonita pieza,
Su rodete, sus rulos, ella es como ninguna.

Ella puede ser tan adorable
Como así también atemorizante,
Usualmente es bonita y amable,
Pero no perdonará a un malhechor o farsante.

Estoy muy enamorado de aquella mujer,
A veces es una chica muy caprichosa,
Otras muy madura y de temer,
Pero al final del día me es dulce y cariñosa.

Oh Artemisa, mí niña adorada,
Escucha mi novedoso poema,
Y dime sí de algún modo te agrada o desagrada,
Regocíjate en mi amor, oh preciosa diosa suprema. 
 

Mensaje de Madrugada

Últimamente, oh amada mía,
He recibido mensajes tuyos
A través de las horas del día.
Sí, a través de los números mismos.

Oh, mi princesa, quince y quince fue la primera,
Un mensaje de amor incondicional,
Soy pues el hombre más afortunado de esta era,
La diosa mía reciproca mis afectos tal cual.

Seis y seis fue en otra oportunidad,
Un mensaje, y recordatorio, del amor y belleza
Que tú traes a mi vida, de tu bondad,
Oh, cazadora, como tú nadie me embelesa.

Y por último cuatro y cuatro en madrugada,
Si bien habían otras horas previas a ésta,
Ésta remarcaba nuestra conexión sagrada,
Hablaba de nuestro encuentro y amor, mi modesta.
Artemisa, mujer hermosa y caprichosa,

Amor de la vida mía,
Te amo más que a nada y nadie, mi dichosa,
Soy tuyo, y lo seré hasta, y después de, mi último día.

En todas tus formas


Poco me importa, dulzura, en verdad,
Cuan añeja seas,
Si tienes millones o eónes de años de edad.

Poco me afecta, princesa cazadora,
Si te temen por tu fuerza devastadora los hombres,
A mi nomás tu rudeza, indudablemente, me enamora.

Podrás ser un animal, una ancianita,
Podrás verte como a tí te de la gana,
Y aún así contigo tendría una cita.

En todas tus formas, Artemisa, mujer imponente,
Te amaré tal y como te amo hoy,
Puedo, y con razón, presumir de amarte puramente.

Pues te amo sin lujuria, ni ánimos de hacerte mía,
Te amo no más que con el inocente deseo
De ser feliz, y hacerte feliz, de apreciarte cada día.

Mi venerable doncella, verás,
Que si te llevo a la cama, será para acariñarte,
Y darte besos castos dignos de un amor puro, nada más.

Incluso sin eso, en mente tengo respetarte,
Por sobre todas las cosas, bebé,
Mi amor se basa en ello, y va más allá del querer besarte.

Te cuidaré siempre, como a una rosa,
Eso mucho lo sé con certeza,
A pesar de que seas tan fiera como una osa.

No eres una niña inofensiva e inocente,
Artemisa, sé muy bien de lo que eres capaz,
Y aún así, te amo sin ánimos de ser condescendiente.

Mi diosa maravillosa,
Audaz cazadora de oscura cabellera,
No existe, en comparación, diosa más hermosa.

Y para que lo entiendas de una vez,
Sí, te besaría si estuvieras toda arrugada,
Si de tí no quedaran más que rastros de vejez.

Sí, te cuidaría y amaría de igual manera
Incluso si te rebajaras a renacer
Como una mujer mortal; Ja! Ni que eso me detuviera.

Si fueras la más fea de entre todas,
De entre todas te elegiría, amor mío,
Y por sobre todas las ninfas, mujeres, diosas, y musas.
 
Esto contiene una imagen de:

Ideal


Ninguna fuerza ni autoridad,
Fuese esta de naturaleza mortal o divina,
Me alejará jamás de mi diosa vespertina,

Si venerar a mi cazadora amada
En algún momento se me prohibiera
Despertaría en mí una rebelde fiera.

Me daría igual si se me castiga
Por ir en contra de un colectivo
Que en naturaleza es inquisitivo.

De mi reina y su ideal no me alejan
Ni Él ni sus hombres
Así me colgasen de los pies.

Aún si me probasen que no existe
La audaz diosa mía, ni en su excelencia,
No doblegarían aún mi religiosa independencia.

Artemisa, mi estandarte será
De valentía, pureza, y fortaleza,
Repelente de cualquier maleza.

Nacerán así de los absurdos ecos
De un mundo de títeres
Vehementes hombres y mujeres.

Y en los claros bosques donde ella mora,
Se alzará un canto, mi voz que implora,
Que guíe mis pasos, que nunca traiciona.

Que sus áureas flechas tracen mis senderos,
Atravesando las sombras, y al mundo entero,
A su ideal permanezco leal y sincero.
 
Así, aunque el tiempo sus hilos desgaste,
Aunque la helénica fe del mundo entero se desbaste,
Yo seré hoguera, testigo y contraste.

Comments

Popular posts from this blog

NOV - DEC - JAN 2024 & 2025 COMPILATION (NSFW poems have been ciphered)